
Alemania derrotó 3-2 a Turquía con una dosis extra de su propia medicina. Ahora los turcos ya saben lo duro que es caer en el último minuto. Pero tampoco los alemanes demostraron un empuje asombroso. El dominio del juego fue turco en todo momento, y es realmente de admirar que jugadores consagrados como Altintop; o nuevos, como Ayhan, jugarán tan compenetrados desde un principio.
Si el primer partido de semifinales deparó cinco goles, fue sin duda porque en las porterías estaban dos de los peores porteros de esta Eurocopa, al nivel de otros como Ricardo. Rustu cantó en los cuartos y cantó de nuevo en la semifinal. Ante Croacia le salvó que su pelotazo de última hora sirvió para hundir moralmente a los ajedrezados, pero ante Alemania no se puede cometer un error. Estas máquinas futbolísticas no entienden de sentimientos, no tienen moral, no tienen nada. Sólo potencia y goles. El robot Klose, inactivo durante todo el partido, se encargó de desconectar a los turcos.
En el otro bando, posiblemente el jugador que menos merecía ir a la Eurocopa. Lehmann. El ex portero del Arsenal ha demostrado que no hay que ser un gran portero para dejarlo en el banquillo. Almunia lo ha conseguido, y sólo el hecho de merecer un retiro dorado (?) ha convencido a Joachim Löw para que sea el titular de esta Mannschäft. Los goles encajados ante Boral (intermitente pero qué delicia) y Semih (el delantero que más me ha agradado) dejaron patente todo su nivel.
Por último, una de estas paradojas del fútbol. ¿Quién iba a pensar que recibiendo Alemania un empate en los tres últimos minutos, con la defensa destrozada y el rival envalentonado, iba a ser Lahm, un defensa bailado anoche el que eliminara a los turcos? A lo mejor significa que estamos en el mundo al revés y que España tiene que ser la campeona.
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