
West Ham y Everton abrieron fuego en los cuartos de la competición más vibrante de Inglaterra: la Carling Cup. Y digo bien, la más vibrante porque aquí en caso de empate no hay un nuevo partido como en la FA Cup, sino una prórroga y penalties. Partido único puro y duro.
Ni hammers ni toffees reservaron titulares para este envite. Y muy pronto, el West Ham se puso por delante en el marcador. Envío largo de Neill desde la banda derecha, la defensa que se queda muy colgada (flagrante el despiste de Jagielka) y Cole aprovechó para marcar el gol ante la mala salida de Howard. El Everton había comenzado muy dormido y el West Ham no quería renunciar a la ventaja. Poco a poco el equipo de David Moyes fue despertando y se hicieron con el control del centro del campo, pero los peloteros Arteta y Pienaar aparecían muy solos y desasistidos en las bandas. Por suerte, antes del descanso marcaron el empate. Pienaar dribló dos veces a Neill y Gabbidon, pasó a la frontal del área donde esperaba Osman para con un tiro seco batir a Green sorteando el bosque de piernas del West Ham. 1-1 y a las duchas.
Tras el descanso, mucho centrocampismo, muchas faltas, mucho balón aéreo y nada de juego. Yakubu no dio una a derechas durante todo el partido (tampoco se asociaron con él sus compañeros) y Cole en el bando de los londinenses se diluía como un azucarillo. Además, el empuje de Boa Morte en la banda izquierda se vino abajo con su sustitución por lesión en un choque con Neville. Ni siquiera los entrenadores optaron por hacer cambios según avanzaba la segunda mitad y lo dejaron para el final para estar más frescos en la prórroga. Sin embargo, un balón colgado como en el primer gol del West Ham lo porfió Yakubu. Gabbidon le ganó bien la posición y cedió de cabeza a Green que no acertó a coger el balón, dejándolo muerto para un agradecido Yakubu que marcó el gol de la victoria a falta de tres minutos para el final del partido. Un final insólito para un partido tenso.
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