¡Qué vergüenza, ché!

Tremendo sin sentido el que se ha producido en el Valencia. Quique Sánchez, uno de los mejores entrenadores españoles de los últimos años ha sido despedido, nadie sabe bien por qué. Pero más allá de las razones de Juan Soler para su cese, queda claro que se ha quedado sin ningún escudo en la entidad del Turia.

Primero fue Amedeo Carboni el que abandonó la nave valencianista tras una serie de disputas con Quique Sánchez, que el presidente resolvió despidiendo al italiano. La afición no lo digerió muy bien, pero al menos los resultados iban saliendo, eso sí, el entrenador perdía crédito día tras día.

Comenzó la temporada 07/08 y el juego del Valencia no gustaba a los aficionados (¿Alguna vez gustó?), por lo que todos a una clamaron la cabeza de Quique Sánchez, y el presidente, como buen monigote sin personalidad, hizo lo que el pueblo quiso a pesar de que los resultados no eran malos.

La imagen de Soler quedará dañada sin duda, pues en caso de que el exigente público de Mestalla (A veces no sabe lo que quiere) le dé por volver a protestar por algo o contra alguien, el elegido será él. Aparte de esto, en la rueda de prensa en la que explicó la destitución de Quique Sánchez, dijo que "daba la cara". Sí, pero sin admitir preguntas. Eso no es dar la cara, es leer un papel (Posiblemente no escrito por él) y quedar como un monigote cobarde que no tiene respuestas a las posibles preguntas del caso.

Sigue el esperpento. Solución interina: darle el papelón a Óscar Fernández. ¿Realmente no había un entrenador algo más experimentado en el manejo de un equipo de Primera División? Eso sí, la imagen del entrenador de 33 años ha sido de 10. Buenas caras y palabras hacia la prensa y una idea fija del fútbol que quiere.

Y finaliza el show con la contratación de Ronald Koeman. Qué maravilloso técnico, dirán los valencianistas, ha ganado títulos en Portugal y Holanda y ganó una Copa de Europa con el Barça. Lo que muchos no saben es que Koeman es más pragmático que Quique Sánchez, con lo cual van a tener el mismo fútbol rácano y resultadista de los últimos años. Pero mientras el pueblo esté contento... Pan et circus.